Murió Harold Bloom.


A los 89 años, el lunes (14.10.2019), en un hospital de New Haven (Connecticut), murió Harold Bloom.

No lejos de allí, más precisamente en la Universidad de Yale, Bloom ocupaba la Cátedra Sterling de Humanidades. Aunque su salud estaba seriamente deteriorada, dictó allí su última clase el jueves de la semana pasada luego de haberse dedicado a la enseñanza en esa casa durante seis décadas. Nació el 11 de Julio de 1930 en el seno de una familia asquenazi, por lo que antes de aprender inglés aprendió idish y hebreo. Sus padres fueron Paula y William Bloom.

Su idea de un “canon occidental” de la literatura resultó tan polémica como atractiva y, cosa rara en un crítico, lo convirtió en un verdadero best seller de la crítica literaria. Así lo atestiguan sus más de 40 obras, todas ellas exitosas a nivel de público.

El canon está constituido en base a dos autores que consideró fundamentales, Shakespeare y Cervantes. Alrededor de estas dos figuras prominentes, agrupó otras de diferentes siglos como Walt Witman, Franz Kafka, Marcel Proust, James Joyce y Virginia Woolf.


Su teoría levantó encendidas polémicas como hace tiempo que no provoca la literatura. Pero lo más singular de estas discusiones es que traspasaron los muros del ámbito académico. A Bloom se lo acusó de elitista por atenerse a criterios de identidad étnica y no tomar en cuenta a escritores que estuvieran fuera de este criterio. Bloom, no menos apasionado que sus detractores, afirmó que quienes lo criticaban formaban parte de la “escuela del resentimiento”.

El canon occidental fue publicado en 1994 y entre los elementos a destacar figura el hecho de que los 26 escritores que considera imprescindibles, sólo hay tres mujeres: Jane Austen, Virginia Woolf y Emily Dickinson. Por supuesto, allí figura Borges, a quien también menciona en otro libro.

La mayor de las polémicas que desató Bloom fue con quienes se enrolan en las filas del multiculturalismo, que relativizan la influencia del canon occidental y, sobre todo, su pretensión de universalidad, ya este canon está constituido a partir de “varones blancos, euroéos y muertos.”

En una entrevista aparecida en 1995 en el diario ABC, a un año de la aparición de El canon occidental, no sólo definió su teoría, sino que sintetizó su crítica a sus detractores:

“El tema del canon es algo que preocupa a la gente en las escuelas y universidades norteamericanas. Se trata de un debate que se viene desarrollando desde hace unos veinte años. Los que abogamos por una enseñanza eminentemente humanista, donde Shakespeare o Tolstoi o Cervantes o Proust o Beckett eran autores fundamentales, hemos sido derrotados. El canon occidental tradicional ya no se estudia al menos en las universidades latinoamericanas. Mis razones personales son distintas y no tienen nada que ver con la polémica. Soy un crítico literario a medio camino entre los 60 y los 70; he escrito sobre literatura desde 1957, y pensé en escribir una obra sobre literatura en general para ver si podía resaltar esas cualidades, unificar a Shakespeare, Cervantes, Tolstoi, Chaucer y extender la idea estética de Walter Pater y Oscar Wilde, en un intento de defender la idea general de la aproximación estética al hecho literario. Desde una perspectiva española, tal vez no tengan mucho sentido bastantes aspectos que estudio en mi libro. Mi frase favorita de la obra tal vez resulta incomprensible para los lectores españoles, pero es irónica: ‘Si por el multiculturalismo entendiéramos Cervantes, quién podría protestar'. En naciones anglófobas, y sobre todo en Estados Unidos, hay todo un movimiento terrible en las universidades llamado multiculturalismo basado en premisas raciales, sexuales y de clase. En una obra literaria es mucho más importante que cualquier otra apreciación literaria, e insiste en que los valores estéticos son una máscara o disfraz para las fuerzas sexuales, raciales o económicas. Estos críticos son una plaga en las universidades americanas, y les llamo seudo-marxistas o seudo-feministas porque ellos no son ni marxistas ni feministas, y seudo-historicistas a los discípulos de Foucault, quienes, en conjunción con los llamados teóricos del multiculturalismo, están destruyendo el estudio tradicional de los estudios literarios occidentales. Creo que este movimiento ha ido demasiado lejos en sus apreciaciones, al menos en Estados Unidos y mucho más que en España, que es más homogénea étnicamente, de modo que el multiculturalismo se entiende sólo entre literatura catalana y española y tal vez, vasca.”

Como si sus argumentos contra el multiculturalismo no bastaran para volverlo polémico, en las declaraciones literarias de Bloom figuran otras perlitas: entendió el realismo mágico como “un disparate”, calificó de ”chiste” el hecho de que Bob Dylan hubiera recibido el Nobel y declaró que los estudios sobre Shakespeare de los últimos 50 años fueron, sin excepción, “un desastre”. En rigor de verdad, Bloom no fue el único en descalificar al realismo mágico cuyo padre fue García Márquez. Muchos críticos latinoamericanos apuntaron contra él, sobre todo cuando el autor de Cien años de soledad ganó el Premio Nobel, hechos que ciertas elites consideran algo tan malo y antiliterario como escribir un best seller.

A Bloom no le faltaron jamás argumentos para ser urticante, pero tampoco le faltó erudición para ser respetado por sus pares aun cuando no compartieran sus teorías. Escribió más de 20 libros y un sinnúmero de artículos y, traducido a más de 40 lenguas, fue tan universal como pretendió que lo eran todos los escritores que integraron el canon occidental que él propuso.

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